(Soneto)


No solo del buen pan el hombre vive,
también de la alegría que lo llena,
de la fe y el amor, la dulce cena,
el alma a esos manjares es proclive.

Una caricia es siempre el alimento
del corazón vacío y solitario,
dulces sonrisas son como un rosario
bendito que apacigua al más violento.

El cuerpo y el espíritu son uno,
precisan de cuidados minuciosos,
debemos de cuidarlos con dulzura.

Solo de la malicia hacer ayuno,
al físico nutrir sin ser golosos
y al alma sustentarla con ternura.


Fabiana Piceda